Un libro lúdico, poético y disruptivo que desarma estereotipos sobre la Costa Atlántica

Gallina Moscardi y el cielo de la costa atlntica
Gallina, Moscardi y el cielo de la costa atlántica.

En su “Guía maravillosa de la Costa Atlántica”, los escritores Matías Moscardi y Andrés Gallina convocan a un recorrido por las ciudades balnearias bonaerenses a través de una narración poética en la que el imaginario costero -la arena, el mar, las olas, los guardavidas, los avioncitos de publicidad- es transformado por la mirada extrañada y revela otros rincones que desarman mitos y estereotipos sobre la geografía marítima.

Los autores del libro publicado por Sudamericana sostienen que la “Guía maravillosa…” es “fundamentalmente un libro de amor”. Es, sin dudas, un texto que habla de la costa íntima que llevan Moscardi y Gallina, porque el territorio que aparece en el libro es como un paisaje interior y a la vez exterior, popular. Por eso no tiene como ambición representar una totalidad: “Lo que busca es captar una especie de espíritu, una clave más bien esencial”, aseguran.

En un momento los autores dicen que la costa es multiversal: “Peppa Pig convive con Batman, lo solemne y lo ridículo, lo monumental y lo kitsch, suelen aparecer fusionados”. Eso les interesa: la geografía que quisieron reinventar en el libro no tiene límites precisos.

¿Qué es la Costa Atlántica? ¿Dónde empieza y dónde termina? “Quisimos escribir una costa imprecisa, nebulosa. Por eso no hay un criterio geográfico definido. La Costa Atlántica parece por momentos un espacio universal y por otros un lugar hiperlocalizado”, señala a Télam Moscardi. “Si la Guía Maravillosa intenta desmontar los lugares comunes, de ninguna manera lo hace a través de ofrecer un recorrido excéntrico. Todo lo contrario: nuestra idea es volver a los íconos populares, abrazar los clichés para mirarlos con ojos maravillados”, agrega Gallina.

El escritor Fabián Casas dice en la contratapa que “lo común se vuelve fabuloso”. Y es un comentario acertado. En la sección de “Misterios y rarezas”, por ejemplo, se pasa de los fantasmas del Asilo Unzué al cable de internet en Las toninas, de un tsunami a un ovni, de la última vez que nevó en los noventa en Mar del Plata a un barco fantasma. De alguna manera, lo sobrenatural empalma con lo natural y hasta con lo cultural: es como si todo fuera un misterio en potencia ante los ojos de los autores de esta “Guía…” recién publicada por el sello Sudamericana.

El “Diccionario de separación. De amor a zombie”, que salió por Eterna Cadencia en 2016, fue el primer libro que publicaron en colaboración Gallina y Moscardi. Luego en solitario el primero editó “Los días de la fragilidad” y el segundo “El Gran Deleuze para pequeñas máquinas infantes”.

-¿En qué momento de sus encuentros surgió la idea de escribir la “Guía maravillosa…”?

-Matías Moscardi: Las ganas de volver a escribir algo juntos siempre estuvieron ahí. Al principio queríamos escribir un sobre el mar. Siempre que escribimos juntos hay un momento larguísimo de entrada en calor. Pasamos un año y medio mandándonos audios, lecturas, textos. En ese lapso dialogamos y discutimos un montón sobre cómo imaginábamos el libro por venir. Cuando uno se desanimaba porque no terminaba de aparecer la idea, el otro se ponía el equipo al hombro y arengaba.

-Andrés Gallina: En el caso de la “Guía…” tuvimos una dificultad extra porque cada sección del libro tiene su propio tono. Tuvimos que trabajar en una dirección multitonal, a veces afinando en la escala de lo bizarro, el humor y el kitsch. En otras zonas, aparece un tono más invernal, más melancólico y bajo. En otras, uno eufórico, vehemente, marcado por el entusiasmo absoluto. Incluso hay entradas de escala lírica, inspirada, con un sonido más alucinatorio.

-¿Cómo fue esta nueva experiencia de escribir a cuatro manos?

-MM: Terminamos el libro en un viaje de San Clemente a Nueva Atlantis. Mientras uno manejaba, el otro leía en voz alta el primer borrador, sacaba fotos, anotaba algo, filmaba. Y después cambiábamos. En esta escena se condensa nuestra forma de trabajar juntos. Un auto no tiene dos volantes, un libro tampoco. Escribir de a dos es confiar el volante al otro, dejarse conducir por el otro y luego saber conducir al otro. Es entender que en un punto hay que intercambiar lugares. El que está manejando no puede escribir y el que está escribiendo no puede manejar. Si el que maneja quiere, de pronto, escribir, el auto se descarrila y muerde la banquina. Como decíamos, a veces uno de los dos sostiene algo que el otro no puede sostener y después los roles se invierten.

-¿Cómo es esa experiencia de vivir en Mar del Plata y en Miramar?

-AG: Nosotros estudiamos juntos en la Universidad de Mar del Plata. Ahí nos conocimos. Y a la vez viajábamos mucho entre Mar del Plata y Miramar. Esos viajes, esas idas y vueltas en el Rápido del Sud, están tatuadas en nuestra escritura. Pasamos noches enteras desvelados en una ciudad o la otra, en invierno, leyendo fotocopias para alguna materia, siempre con la playa ahí muy cerca y el frío de freezer soplando contra la puerta como el lobo de los cerditos. Hay algo que nos encanta de ese escenario invernal. Cierta melancolía pero también cierto fervor, como una euforia desolada. Creemos que el libro parte de ese magnetismo que tenemos en común, de esa hipnosis que nos genera el mar, que es también una especie de enamoramiento, de pasión casi futbolera por la costa.

-¿Cómo surge la mirada maravillada de la ciudad?

-MM: Fue una decisión deliberada recurrir a la palabra “maravilla”, que ni siquiera es “lo maravilloso”. De hecho, una primera versión el libro se llamó “Maravillas de la Costa Atlántica”. “Maravilla” en el sentido de “Alicia en el país de las maravillas”. Cuando el libro empezó a tomar forma, lo imaginamos así, como si la costa fuera nuestro país de las maravillas. No queríamos escribir un libro de cuentos o relatos. Queríamos que la posta la tuviera la poesía. La poesía es la brújula de nuestra guía. Y el acento está puesto ahí: en el lenguaje, en una prosa alucinada. Aunque también hay una sección de “Personajes fantásticos”. ¿Quiénes son esos personajes fantásticos? Son por lo general los más arquetípicos: guardavidas, sufistas, carperos, vendedores ambulantes. Es como cuando sos chiquito y pensás que tu abuelo es un superhéroe.

En un poema que se llama “Las palabras”, Cesar Fernández Moreno dice: “ustedes qué harían si vieran descender un plato volador/correrían a contárselo a todos/ cualquier cosa que ve el poeta le parece un plato volador/ todas lo son”. Hay algo de esto en el libro: desde una piedrita hasta el Torreón del monje, desde el Trencito de la alegría a la Rambla, desde un pirulinero o un churrero que pasa por la playa todo es deslumbrante como el avistamiento de un ovni. Además, ante un ovni siempre está la duda: ¿Qué es eso? ¿Es verdaderamente un ovni? ¿Una ola es una ola? ¿Qué es la arena? ¿Y un parque acuático? ¿Y un llaverito? ¿Y una playa nudista? ¿Qué es una almeja? Así el libro barre toda la costa con su arado de asombro.

-¿Trabajaron para articular los datos naturales (científicos) con la poesía?

-AG: El típico “guía turístico” suele contarnos la historia de cada lugar, brindarnos información pertinente sobre tal o cual monumento. El guía habla desde el saber. Pero rara vez nos cuenta su experiencia, su sentir en relación a esos lugares. El libro tiene un montón de información y mucha data, es cierto, pero la relación fundamental con todo eso es siempre afectiva. Queremos más bien compartir una fascinación por el dato de color, incluso por la trivia. La “Guía…” no recorre el territorio costero con ojos de experto. Hay intimidad y familiaridad en el itinerario pero a la vez eso no alcanza para decirlo todo. De ahí el recurso de un lenguaje extasiado, que es el recurso del asombro también. Siempre hay un chispazo de lenguaje que viene a complementar eso que se le escapa a la información, a la intimidad y a la familiaridad con el territorio. El libro empieza por lo más elemental: la arena, las olas, las nubes, el viento, los caracolitos, las piedritas, las uñas de gato. Todo el mundo sabe lo que es una nube y todo el mundo vio alguna vez una nube. Pero para la “Guía maravillosa…” no hay obviedades, todo es nuevo bajo el sol. La pregunta rectora es muy simple: “¿Qué es esto?”

-MM: Hay una necesidad de volver a definirlo todo, de llevar la Costa Atlántica a un grado cero, escribirla de nuevo, refundar la costa en la escritura. También, por eso, el libro parece, por momentos, una guía para extraterrestres que ni siquiera saben qué es una ola. Por otro lado, en la Era del Google Maps, el género “guía turística” está en desuso, es casi obsoleto, se encuentra en peligro de extinción. En todo caso, es un género claramente vintage. Toda la información y la orientación necesarias para recorrer un lugar ya están en internet. Pero la “Guía maravillosa…” trae algo que el GPS no tiene: un lenguaje propio para recorrer la costa. El libro tiene a la poesía como aliada, una prosa poética que funciona como compañera de viaje. Todo el tiempo que dura el paseo el narrador busca contagiar su entusiasmo al viajero-lector, cebarlo, arengarlo. “Vení, mirá esto”. Más que una “guía turística” sería una “guía afectiva” porque lo que anhela es transmitir su amor por la Costa Atlántica. A diferencia de una guía convencional, queríamos que nuestra guía fuera un viaje en sí mismo, una teletransportanción a lugares y recuerdos. Si vivís en la costa o ya viniste mil veces de vacaciones, es una invitación a revivir todo como si fueras un turista intergaláctico del espacio exterior. Si no fuiste nunca a la costa, la “Guía…” funciona como una de esas ciudades invisible de Ítalo Calvino, donde el narrador te describe una cosa que parece irreal y te dan ganas de ir corriendo a ver si existe.

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