el manual de la mentira 2, el autoengaño

Telam SE

Es la pura verdad: no debe pasar un día de nuestras vidas en el que no escuchemos alguna mentira de esas que sabemos que son mentiras, pero que las dejamos pasar como a colectivo lleno en día de verano de alerta amarilla. Y una aclaración muy importante: no voy a analizar las mentiras de los medios, las redes o los grupos de mamis de Whatsapp. Voy a focalizar en esas pequeñas mentirillas cotidianas que nos hacen la vida más llevadera.

Porque muchas veces no hace falta tener interacción con otros seres humanos. A veces nos mentimos nosotros mismos: “No me voy a bajar más un tarro entero de dulce de leche”, cosa que decimos cuando estamos más empalagados que un miembro de la familia Ingalls bañado en chocolate blanco y nos sentimos más culpables que miembro de la FIFA cuando le preguntan por qué votó a favor de hacer el mundial en Qatar.

“Mañana cuando paso por el gimnasio de la otra cuadra averiguo para asociarme porque no puedo seguir así”. Y mañana, casualmente, no pasar ás por el gimnasio. Ni pasado.

Nunca más pasarás por esa cuadra, la eliminás de tu mente, de tu recorrido, ¡y hasta le escribirás a Google Maps para que la borre del planeta!

“Voy a hacerle caso a todo lo que me diga el médico”, frase que suele pronunciarse tras una visita al galeno después de algún tipo de susto. Pero claro: no es fácil hacerle caso a todo lo que dice el médico porque te gusta el choripán, las medialunas y ahora que podés pedir todo por una app del celular, no caminás media hora por día ni para buscar un choripán o una medialuna. Además… un chori más, una medialuna más… “no me puede hacer nada malo”.

“Al próximo aumento del precio de los cigarrillos, dejo de fumar”. Y es verdad: dejás de fumar la marca habitual, y pasás a fumar una más toraba. Y cuando te aumenta la toraba pasás a comprar cigarrillos sueltos, y cuando aumentan los cigarrillos sueltos, pasás a armártelos vos mismo, si es necesario con pasto del jardín. O mucho peor: te aumentan el precio de los fasos, pero ahí te decís: “bueno, no es para tanto el aumento comparado con otros precios”.     

El problema de mentirse a uno mismo es que nadie puede gritarte: “¡mentiroso!”. Y cuando te mentís a vos mismo, incluso si escuchás “Me mentiste, me engañaste” de Pimpinela, te decís que “no, esta canción no habla de mi problema”.

En muchas ocasiones ya conocemos el resultado nefasto de mentirnos, como cuando apagamos el despertador a las 7 de la mañana y nos decimos “me quedo 10 minutos más, total no me voy a quedar dormido” y efectivamente, te despertás a las 7 y 10, pero del día siguiente.

Otra muestra del funcionamiento mentiroso de nuestro cerebro está en el espejo. Uno se mira la panza, le da dos palmaditas con cada una de sus manos y se dice: “Tengo unos kilitos de más, pero ya los voy a bajar”. ¡Los vas a bajar del ascensor cuando suene la chicharra del exceso de peso permitido y no te dejen subir por ser vos el excedido!

Ni hablar de cuando realizaste algún tipo de modificación repentina en tu cuerpo, como un corte o un cambio de color de pelo, un piercing en la nariz o la aplicación de un kilo y medio de botox, y te mirás al espejo y a pesar de no reconocer a la persona en el espejo te decís “no quedó tan mal después de todo”. Y vos sabés que te mandaste una macana, que te gastaste una fortuna y que ahora vas a tener que salir a la calle e ir a laburar así, y te van a mirar y te van a cargar, pero te decís “no me importa. Que se banquen mi personalidad”. ¡A otro con ese cuento! Vos sabés que ni siquiera tu propia personalidad banca a tu supuesta y falsa “ nueva” personalidad. También se suele optar por el “no me importa lo que diga la gente”, pero por las dudas dejás de mirar tu Twitter, Facebook, Instagram, Tik-Tok y Tinder por seis meses.

Más autoengaños:

“Estos zapatos tiran 6 meses más”. Si. Si no los usás. Pero incluso si pasaran 6 meses sin que los usés, se autodestruirían.

“No hace falta que lo anote. Me voy a acordar”. Y no hace falta que pasen 5 días. En 5 minutos ya ni siquiera te acordás lo que es una birome para anotar.

“Yo creo que ya no necesito seguir terapia”. Es posible. Pero es mucho más posible que en lugar de terapia, estés necesitando una internación.

“Se va a pasar solo, no hay de qué preocuparse”. Bueno. Por lo que dice el informe del forense, si. Había de qué preocuparse.

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