Teresa tiene 85 años, gana la jubilación mínima y vende tortas fritas para subsistir

La dramática situación que sufre la abuela se replica en muchísimos jubilados de todo el país. La canasta de la tercera edad es de $30.500 y la jubilación mínima actual de $10.400, cubre apenas un 34% de las necesidades básicas.

El 65% de los jubilados -unos 4,5 millones- cobra por mes $10.400 pesos, y otros 1,7 millones de abuelos reciben $8.300 porque no pudieron aportar lo que exige la ley y son beneficiarios de la PUAN, el 80% de la jubilación más baja.

En total, más de 6 millones de adultos mayores se las ingenian para vivir como pueden porque perciben apenas el 34% del costo mensual de la canasta básica de los jubilados que releva la Defensoría de la Tercera Edad.

¿Cómo hacen? “La gran mayoría está en situación de pobreza, yendo a desayunar o merendar a comedores, y esa merienda para muchos termina siendo la cena porque no les alcanza para comprar nada”, relata con crudeza a minutouno.comSusana Sassano, quien desde hace dos años ofrece todos los martes una merienda para abuelos del barrio porteño de Flores.

“Cuando arrancamos venían 3 abuelos todas las tardes. Ahora son alrededor de 23 y no tenemos más espacio, pero es impresionante cómo nos llegan pedidos de ayuda de jubilados todos los días”, precisa Susana, quien dirige el espacio Juventud Acumulada.

Y muchos llegan incluso desde otros barrios como Devoto. Tal es el caso de Teresa, una jubilada de 85 años que cobra el haber mínimo y todo se la va entre remedios, pago de servicios y expensas. Ella, incluso, es una “privilegiada” en este contexto porque tiene vivienda propia.

Así y todo no le alcanza “para nada”, como ella misma define. Su hija Liliana, también jubilada, la ayuda con lo que puede para intentar llegar a fin de mes de la manera más digna. Y es fundamental el aporte que hace el nieto de Teresa, quien se fue a Inglaterra hace dos años a trabajar porque en Buenos Aires tampoco conseguía empleo.

“Soy sola pero no me alcanza la mínima. Me pongo muy mal, aporté toda la vida para tener una vejez tranquila y estoy viviendo estos momentos tan difíciles. Miro mi casa y encuentro la heladera vacía, tan vacía como mi estómago. Tengo hambre y no sé a quién pedir ayuda, pero con mi bastón hice un esfuerzo para salir a vender tortas fritas en Palermo”, contó Teresa a C5N.

Escucharla eriza la piel. Genera escalofrío pero, por sobre todas las cosas, indignación, angustia y bronca porque, tal como define el abogado previsionalista Christian D’Alessandro, “los abuelos se nos están muriendo de hambre”.

De acuerdo al relevamiento de la Defensoría de la Tercera Edad, en abril la canasta de los jubilados que contempla alimentos, remedios, servicios y vivienda alcanza los $30.500. La jubilación mínima es de $10.400 hasta junio inclusive. Desde julio será de $11.500 y a partir de octubre $12.900.

En abril pasado, la canasta para los jubilados era de $19.290. Es decir, se encareció un 58%. Las jubilaciones subieron en el mismo período un 35,9%, 22 puntos porcentuales menos. Medido con la inflación general, la pérdida del poder adquisitivo de los abuelos también fue altísima, de 20 puntos porcentuales, porque la suba de precios generales que mide el Indec fue de 55,8%.

En septiembre de 2017, el presidente Mauricio Macri había prometido al impulsar el cambio del cálculo en el aumento de las jubilaciones que habría una mejora anual entorno al 3% y 4%.

Dentro de la canasta que mide la Defensoría, lo que más aumentó en el último año fueron los medicamentos: un 67%. Este incremento sumado a la quita de descuentos para los remedios que aplicó el PAMI desde hace dos años fue un coctel explosivo para los jubilados.

Teresa presenta una discapacidad y ya no cuenta más con bonificaciones del 100% para todos los medicamentos que ingiere diariamente, en total 15. Por mes, gasta $4400 en remedios. Unos $2000 destina al pago de luz y gas -“no miro más la tele desde las 10 de la noche para no gastar luz y tampoco uso el aire”, aclara la abuela- otros $2000 se le va en el pago de las expensas del pequeñísimo ambiente en el que vive, y lo que le resta, casi $2000, es lo que cuenta por mes para comprar alimentos.

Con sus 85 años y caminando con bastón, hace tortas fritas, unas 20 que vende a $10 cada una, se toma el colectivo desde Devoto y viaja hasta el Rosedal de Palermo para juntar no más de $200. “Me alcanzan para una sopa o una yerba, pero estoy entusiasmada porque no tengo que pedir”, dice en un intento por consolarse porque, claro, necesita de ayuda para subsistir.

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